Tras muchos años de experiencia compatibilizando mi afición con las dueñas de la casa, ofrezco unas sencillas normas para no acabar viviendo bajo un puente con nuestros bichillos.
1: Acuario impecable. Nos apasionan nuestros bichos, a ellas no. Pero sí pueden verlo como parte de la decoración de la casa. Si el acuario está limpio y hermoso, si las visitas se quedan con la nariz pegada al cristal admirándolo, aumentaremos el rango de tolerancia de nuestra esposa/madre.
2: ¡Cables fuera! Esas marañas de alargos, cables y temporizadores afean mucho y retienen la suciedad. Escóndelos bajo los muebles, detrás del cristal trasero... ¡Que no se vean!
3: Regueros de agua sucia, la pantalla sobre el sofá, restos de plantas putrefactas en la mesa, una esponja negruzca en la cocina... pueden convertir a nuestra dulce esposa en la niña del exorcista. Aprovecha cuando no está en casa para hacer el mantenimiento. Ensucia lo que necesites, pero después déjalo todo en perfecto estado de revista antes de que vuelva.
4: El roce hace el cariño. De manera incomprensible tu mujer se encariñara con ese pleco monstruoso del que quieres deshacerte, o de las dichosas botias que te impiden mantener gambitas y caracoles. Al mal tiempo buena cara: una excusa perfecta para tener un segundo acuario.
5: La solución final. Si te deshaces de tus bajas en el baño, ¡recuerda siempre tirar la cadena! Si tu esposa necesita aliviarse y descubre bajo sus piernas la mirada vidriosa de un escalar difunto... mejor no pares de correr hasta llegar a Pernambuco.