Para continuar me gustaría incluir un cuento creado para los pequeñines de la casa.
Es una incursión literaria y no me cabe duda que con sus defectos y carencias, pero espero que sepáis disculparlas...
Había una vez un bosquecillo mágico, el bosquecillo estaba habitado por numerosos animalitos, entre ellos, cervatillos, pájaros de mil colores y clases diferentes que lo alegraban con sus cantos, también había conejitos que ramoneaban entre sus hierbas y praderas, así como ratoncillos que con sus movimientos graciosos y ligeros y sus movimientos de hocico, exploraban los lugares más escondidos entre arboles y rocas.
La luz del sol que penetraba a través de los árboles del bosquecillo, le daba al mismo una gran calidez comprensible tan solo ante tanta belleza. El aire se veía perfumado con mil olores ante la variedad de plantas que crecían en él, las flores alegraban el día y entre ellas el revolotear de abejas recogiendo el nectar con el que crear la miel en sus panales.
En el centro del bosquecillo había un estanque con peces de variadas formas y muchos colores que con su pasear majestuoso endulzaban la vista de los habitantes y visitantes del lugar. Como todo estanque, este contaba con ranas que con su croar ponían las notas a una canción que solo ellas pueden cantar… “croac, cro cro cro, croac cro”… El agua del estanque era renovada por las aguas de unas cataratas de piedra, que vertían sus animados chorros de forma continuada, el agua de las cataratas y del estanque tomaban a la luz del sol infinitos colores, creando arcoiris que se diluían entre piedras y plantas, creando un ambiente relajado y esplendido.
Si había algo especial en aquel bosquecillo era el estanque y la cascada, pues estos se veían rodeados de un halo de misterio al que pocos habían tenido ocasión de ver y disfrutar.
Por las noches Estanque y Cascada veían aparecer entre sus aguas y piedras a seres mágicos que las alegraban y estaban a cargo de sus cuidados. Guardianes de tan bello lugar solo podían aparecer de noche para no ser vistos por seres humanos que pudieran entorpecer sus diversiones y trabajos.
El Hada del Estanque cuidaba de peces, nenúfares, lirios de agua y ranas, sus encantos relucián a la luz de la Luna y las estrellas, quienes reflejándose en el agua del estanque le terminaban de dar ese toque mágico que rodea a tan bellos lugares.
El Hada era bonita, bueno más que bonita era todo un encanto, con sus alillas revoloteaba por el estanque cultivando las plantas que en él crecían y hablando con peces y ranas, los cuidaba y atendía. A veces se tomaba un descanso y sentándose entre un grupo de piedras que había en el centro del estanque, observaba el ir y venir de los pececitos que tenía a su cuidado, “que bellos y señoriales son sus movimientos”… pensaba el Hada. Las ranas ponían con su croar el punto sonoro, siendo fondo de los sonidos del agua de la cascada y del estanque.
A la vez que el Hada aparecía en el estanque, lo hacían también los Duendes de la cascada, juntos formaban el conjunto más espectacular y sorprendente que cualquier ser humano pudiera soñar.
Los Duendes de la cascada, eran juguetones y alegres, entre sus trabajos vigilar por el buen funcionamiento y discurrir de las aguas que iban a parar al estanque.
Hada y Duendes pasaban largas horas hablando y contemplando cielos y lugar tan maravilloso. Para ellos estanque y cascada era algo más que su hogar, era su vida, su razón de existir, sin estanque y cascada ellos no existirían.
Cuando aparecían las primeras luces del día Hada y Duendes debían desaparecer, así no serían vistos por los seres humanos, si no lo hacían, podían correr el riesgo de quedar convertidos en piedra para la eternidad.
En las Hadas y los Duendes es imposible adivinar la edad que tienen, pues los años no transcurren por ellos como para nosotros los humanos, para ellos el tiempo no existe como lo conocemos, sería imposible saber desde cuando cuidaban el estanque y la cascada, aunque se podría decir que estaban allí desde siempre.
En aquel remanso de paz y tranquilidad se sucedían las estaciones del año, Primavera, Verano, Otoño e Invierno de forma continuada y así año tras año y lustros tras lustros.
No exístia para Hada y Duendes una estación del año favorita, pues cada una de ellas presentaba su propio encanto y siempre con ilusión esperaban a la siguiente.
Cuando había noches de Luna el agua del estanque se parecía a un espejo, un espejo donde el Hada podía verse reflejada, desde allí hablaba con la Luna y las estrellas, siempre había cosillas de las que hablar, comentar o preguntar.
Si los peces eran sorprendentes, no menos lo eran las ranas, quienes eran capaces de zambullirse en el agua con tal destreza que era de envidiar por las personas. Las ranas se alimentaban de moscas o insectos que rondaban el estanque, lo hacían con tal habilidad que de un salto se avalanzaban sobre ellos, sin darles tiempo apenas a escapar de tan hábiles cazadores.
Una noche aparecería por el estanque y la cascada otro habitante mágico del bosquecillo, era un Enano. El enano era el encargado de cuidar de todos los animalillos del bosque, los curaba si resultaban heridos o se ponían enfermos, era tal su acierto que cualquier curandero o médico hubiera tenido mucho que aprender.
A partir de aquella noche se encontraban y todos iban contando no solo lo acontecido durante el día y la noche, si no que también contaban historias de sus trabajos o experiencias, tanto del estanque, de la cascada, como del bosquecillo. La amistad entre Hadas y Duendes se vió reforzada con la llegada del Enano, quién formaría a partir de entonces el grupo más sorprendente que rondara el lugar.
De esta forma siguieron transcurriendo las noches y los tiempos.
Pero algo sucedió un día que rompió el encanto de tan mágico grupo.
Una noche como tantas otras se quedaron hablando y hablando, las horas iban transcurriendo, las estrellas y la Luna fueron cruzando el cielo sobre sus cabezas y el bosquecillo, para ir dando paso lenta y paulatinamente a las primeras luces del alba. Había comenzado a amanecer y los primeros rayos del Sol comenzaron a cruzar el bosque, a todos les pilló desprevenidos y la luz del Sol les alcanzó, tanto a Hada, Duendes como Enano, inevitablemente se produciría la transformación que desde tiempos antigüos había sido lanzada, convirtiéndose en estatuas de piedra.
Hada Duendes y Enano habían quedado petrificados para el resto de los tiempos, sus figuras de piedra quedaron tal cual se encontraban, a partir de ahora si que podrían ser vistos por los humanos, pero lo que no llegaron a sospechar nunca los humanos es que aquellas estatuas de piedra, no las había colocado nadie, si no que estuvieron dotadas de vida hasta aquella noche.
Hada, Duendes y Enano quedarían para siempre unidos en su destino.
Bueno y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Editado por Atreyu, 15 January 2020 - 02:14 PM.